Cuando ciega la pasión Fidel Prado

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Descripcion


Fred… —Dígame, señorita Dora. —Acerque más su caballo; quiero hacerle unas preguntas. —A sus órdenes, señorita Dora. Fred Cleverland, azuzó un poco su precioso caballo negro y lo puso a la altura de la fina jaca castaña de Dora Murphy, la hija de Boris Murphy, su patrón. Fred era un tipo de hombre joven y no mal parecido. Andaría rondando los treinta años, era de estatura excelente, de airosa y viril presencia, moreno hasta rayar en lo cetrino, con unos ojos negros y grandes muy brillantes y un bigotito bien cuidado, que daba un aspecto más atractivo a su fisonomía. Fred había conquistado el mando del equipo demostrando dureza, sabiduría y condiciones especiales para el cargo y Boris se sentía muy satisfecho de tenerle al frente de sus hombres, aunque a muchos les parecía demasiado joven para un puesto de tal responsabilidad. Dora Murphy era una muchacha de media estatura, muy bien delineada de formas, rubia como los trigales, con los ojos muy azules y el pelo suelto, que parecía una mata de rayos de seda y sol. Contaría veinticinco años y era de un carácter dinámico, audaz, emprendedor, impulsivo y nada impresionable. Rebelde a todo freno, era una verdadera amazona del Oeste a la que era imposible domeñar.

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